martes, 18 de octubre de 2016


Competencias Laborales: Diferencias entre habilidades blandas y duras 
¿Qué factores determinan el éxito de un profesional en una empresa? Conoce las diferencias entre habilidades blandas y duras, así como su importancia para un buen desempeño.

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¿En qué se fijan las empresas para contratar a un nuevo colaborador? Seguramente lo primordial será su capacidad de desarrollar las labores por la cual se la contrata. Por ejemplo, en el ámbito de la informática, lo más importante serían sus conocimientos sobre software, hardware, etc. Sin embargo, no es el único factor en el que se fijan los encargados del proceso de selección.  Para comprender un poco más sobre este aspecto, revisemos dos conceptos que son clave en la gestión del talento: habilidades blandas y duras.
Las habilidades duras son todas aquellas competencias vinculadas directamente con las tareas realizadas por el colaborador. Son los conocimientos y habilidades sobre un tema en específico que permiten que el trabajador desempeñe su puesto. Por otro lado, las habilidades blandas están asociadas al comportamiento de la persona, su desempeño social, liderazgo y manejo emocional.
Ambas habilidades son complementarias y muchos profesionales de recursos humanos reconocen la importancia que ambas tienen para determinar si deben o no contratar a una persona.  Para ello, elaboran un perfil en donde señalan las habilidades (blandas y duras) requeridas para el puesto. Luego, a través de distintas pruebas, pueden detectar si el postulante cumple o no con los requisitos previamente establecidos.

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 ¿Cuáles son las habilidades que necesita para alcanzar el éxito en su empresa?

¿Cree que está calificado para otro puesto o apto para dirigir un equipo por su amplia experiencia y habilidades técnicas? Mientras esas cosas son cruciales para su éxito profesional, es imprescindible que usted también tenga habilidades blandas. ¿En qué consisten?
Las habilidades blandas son los distintos atributos y competencias que permiten relacionarnos mejor con los demás, teniendo así una comunicación efectiva, precisa y convincente.
Según especialistas consultados por Forbes, quienes tienen una fuerte inteligencia emocional cuentan con más probabilidades de ser eficaces en la empresa para la que laboran e incluso convertirse en líderes empresariales.
Conozca, a continuación, los diez atributos que necesita para tener éxito en el trabajo:
La capacidad de relacionarse con los demás
Esa capacidad es fundamental en los negocios. Al tener una personalidad equilibrada y un conjunto de experiencias, por lo general, es posible relacionarse prácticamente con cualquier persona. Esa habilidad se extiende incluso cuando usted no está de acuerdo con la posición o el punto de vista de la otra parte, porque, a pesar de ello, hay un respeto mutuo.
Fuertes habilidades de comunicación
 Esta es la habilidad más importante en la gente, ya que abarca desde su capacidad de llevarse bien con otros colegas, persuadir a los demás hasta escuchar las ideas de otras personas. Si usted tiene un don para la palabra hablada y escrita, siempre va a estar un paso adelante.
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La paciencia con los demás
Si usted es paciente con los demás y puede mantener la cabeza fría en situaciones de estrés, sin duda, se hará notar en los niveles más altos, donde esto último es considerado como un activo muy fuerte. Cuando su jefe se ve obligado a hacer frente a una situación en la que la gente ha perdido la calma, la probabilidad de que lo llame a usted es alta.
La capacidad de inspirar confianza en los demás
Sólo puede acelerar su carrera si usted es una persona confiable. Sin esto, no es posible obtener suficiente cooperación para emprender determinados proyectos.
Saber cómo y cuándo mostrar empatía
Tener la capacidad de ponerse en los zapatos de otra persona es una habilidad clave. Esto permite crear relaciones cercanas y duraderas con los demás, proporciona información detallada sobre los motivos que tiene la gente para actuar de cierta manera y permite predecir las respuestas.
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Habilidades de escucha activa
Oír a alguien y escuchar activamente son dos cosas diferentes. La mayoría de la gente oye a alguien hablar y empieza a formar una respuesta en su mente antes de que esa persona termine de explicar lo que está diciendo. La clave es escuchar activamente, lo que lleva más tiempo, pero produce mejores resultados.
Interés genuino en los demás
La gente sabe que cuando está realmente interesado en ellos. Si usted no muestra un genuino interés en su interlocutor -es decir, haciendo preguntas bien pensadas y teniendo en cuenta las respuestas de la otra parte- su interacción realmente puede tener un efecto contrario al pretendido.
La capacidad de persuadir
Hay una buena probabilidad de que en algún momento de su carrera usted tendrá que vender a otros sus ideas, productos o servicios. Por lo tanto, es necesario tener la capacidad de formar un argumento fuerte y convincente de porqué usted -o sus productos- es el mejor.
Las habilidades de negociación
Las buenas habilidades de negociación son beneficiosas para los debates internos y externos. Digamos, internamente, están las ofertas de trabajo y discusiones salariales, mientras que, a nivel externo, esa capacidad se pone a prueba a la hora de lanzar una nueva idea o influir en sus compañeros de trabajo.
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La capacidad de mantener una mente abierta
Para crear confianza y tener el respeto de los demás, la gente necesita saber que su punto de vista y la información que le dará serán considerados y utilizada. Ser conocido como alguien que mantiene una mente abierta también lo hace más accesible.

http://gestion.pe/empleo-management/cuales-son-habilidades-que-necesita-alcanzar-exito-su-empresa-2081368



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sábado, 6 de agosto de 2016


Jesús tenía una visión particular sobre los asuntos que ponía a pensar a las personas. Por ejemplo, al hablar a una mujer samaritana sobre adorar al Padre en espíritu y verdad, aquello fue una novedad para ella, que creía que había que adorar a Dios única y exclusivamente en Jerusalén, en el Templo (Juan 4:22-24). Pero vino Jesús y por primera vez le dijo que Jehová no necesita de templos ni lugares santos o sagrados para adorarle, sino que desea ser adorado en espíritu y verdad




Y es que al profundizar en las enseñanzas de aquel singular hombre, el Hijo de Dios, siempre vemos que sus palabras eran de un origen sobrehumano. Sí, lo eran, pues Jesucristo no enseñaba otra cosa que no fuera lo que el Padre le había enseñado. "Lo que enseño no me pertenece, sino a mi Padre que que me ha enviado", declaró (Juan 7:16).

Por ello, al leer en los Evangelios lo que enseñó Jesús sobre la justicia y el amor de Dios, vemos que hay diferencias entre los conceptos generales y tradicionales que existen sobre lo que es realmente la justicia y el amor de Dios y lo que Jesús enseñó.

En Lucas 11:37-54 encontramos un relato que nos enseña el concepto de lo que es la justicia y el amor de Dios, según lo mostró Jesucristo. Vemos a Jesús siendo invitado por un fariseo a comer. Sin duda, no se trataría de una comida para pasar un buen rato, sino que se convertiría en un una polémica. Y así fue.


Jesucristo era un personaje polémico. Había gente que estaba en contra de Él y otra que estaba a favor de Él. No era fácil ir a sentarse a escuchar la enseñanza de Jesús, porque uno podía salir con las orejas hirviendo por la rabia o la indignación causada por sus palabras. Sí, hay una enseñanza de Jesús que es fácil de digerir, con la que la gente estaría de acuerdo, como la de que hay que amar a Dios con todo el corazón, las fuerzas y el ser. Nadie cuestionaría eso. Pero, ¿qué pasaba en ocasiones cuando Jesús decía cosas no gratas de quienes sólo querían que les endulzaran el oído?

Sus palabras a veces eran ofensivas para la gente, y le tildaban de diversas maneras. A Jesús le decían que estaba loco, endemoniado, samaritano (que era un gran insulto en aquella época), o lo desacreditaban diciendo que era amigo de recaudadores de impuestos y prostitutas.




Definitivamente, de una comida de Jesús con fariseos iban a salir confrontaciones, y así fue en esta ocasión.

Jesús llegó, y se sentó a comer. El fariseo que lo invita se sorprende, porque los fariseos enseñaban que antes de comer había que lavarse las manos, y hasta los codos. Para ellos, el comer era un ritual ceremonial. La Ley de Dios no exigía eso pero ellos querían demostrar que eran más santos y puros que cualquier otra persona.

Claro, el problema no era de lavarse las manos o no. El problema era de cuál era el motivo que llevaba a los fariseos a lavarse las manos. ¿Era por amor a Dios o por aparentar ser piadosos? 

Jesús señala a los fariseos cuál era el problema:
-Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro ustedes están llenos de lo que han conseguido por medio del robo y la maldad.

-¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la 
justicia y el amor a Dios. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.
(Lucas 11:37-42)
El problema era del corazón, de lo que había adentro de sí mismos. Para Dios lo importante no es lo externo sino lo interno. El corazón, como centro de nuestro verdadero YO, de quién somos realmente, es aquello que Dios examina con cuidado, más allá de lo que veamos exteriormente. Cuando Jehová le dijo a Samuel por qué no elegía como Rey de Israel a un hombre alto y bien parecido como Eliab, hermano mayor de David le dijo que "no cómo ve el hombre es como Dios ve. El hombre ve lo que está la vista, pero Jehová ve lo que es el corazón" (1 Samuel 16:7).
Cuando pensamos en la justicia y el amor de Dios, pensamos en Sus leyes y normas. Nos vienen a la mente los 10 mandamientos o los juicios de Dios. ¿Es esa la base de la justicia divina?
La justicia divina se manifiesta por los Principios Eternos que rigen el Universo, por los tratos de Dios con Su Creación. Hay un lugar y un propósito para cada ser viviente, sea en los Cielos o en la Tierra. Lo establece Jehová, y Él ha dado Leyes que rigen todo cuanto existe. Pero eso lo sabe Jesús, y sin embargo, da un paso más adelante con respecto a lo que enseñaban los fariseos, pues dirige los asuntos al corazón, a lo que hay dentro de nosotros mismos, sobre aquello que verdaderamente nos motiva.
A los fariseos les importaba ser vistos por hombres, no por Dios. Jesús enseña que Dios ve el corazón de cada persona y sus motivaciones. Porque lo que nos motiva está implicado en lo que decimos y hacemos. Los fariseos convirtieron el acto de comer en un ritual para demostrar su piedad. Eran minuciosos en cumplir la Ley, y eso lo destaca Jesús, pero lo más importante, que era el actuar conforme a la justicia divina y el amor de Dios, eran cosas ignoradas por ellos.

¿No decía le Ley que había que pagar el diezmo hasta de hierbas comunes y corrientes? Sí, pero más importante era el captar el espíritu de amor y justicia que emanaban de las Leyes divinas y actuar en consecuencia. Para los fariseos, un animal caído en un hoyo era más importante que una persona enferma, porque significaba dinero. Ellos sólo pensaban en sí mismos, en el dinero, en quedar bien con otros. Pero la persona de Dios y el valor de hombres y mujeres, no eran para ellos de valor, y eso lo señala Jesús.

En nosotros existe el peligro de caer en una condición de dejarnos llevar por las apariencias, por lo externo, y no por lo interno. La justicia de Dios se fija en qué somos en nuestro corazón, que es el mismo corazón que demuestra si valora las Leyes divinas y si le ama profundamente. No se puede decir que se ama a Dios pero se pisotea a otras personas física, emocional o espiritualmente. Ni se puede decir que se ama a Dios pero se ama más al dinero, o a la fama, la posición, o se busca dar una apariencia de piedad ante otros.





Obviamente, Jehová sabe cuánto valor e importancia le damos a la justicia divina, esa que le da valor a lo espiritual, a lo que nos motiva a actuar. Por cierto que, al oír estas denuncias, los fariseos se sintieron ofendidos por Jesús. Sabían discernir que las palabras de Jesús les denunciaban, pero no tenían el valor y la fuerza para examinarse a sí mismos y por lo menos darse la oportunidad de cambiar para adorar a Jehová en espíritu y verdad.

Existe el concepto de que la justicia de Dios se basa en "no hagas" esto o "no hagas" aquello. Se ve como restrictiva, que coarta la libertad, como si Dios tuviera necesidad de afirmarse a sí mismo que Él es el que manda. Dios ha establecido leyes por nuestro bien, para beneficiarnos, pero la obediencia a las leyes divinas requiere apreciar y valorar el porqué de esas leyes, y cómo contribuyen a nuestro bienestar. Jesús dirigía la atención de las personas a reflexionar en la misericordia y el amor de Dios. Definitivamente, entender que Jehová nos ama y valora por lo que somos, sabiendo que tenemos el potencial de ser mejores, y de obedecerlo por amor a Él, y amarnos a nosotros mismos y a otros, nos da la base para actuar conforme a la verdadera justicia y amor de Dios.
La justicia y el amor de Dios son profundos y sobrepasan nuestro entendimiento. No obstante, al escudriñar las enseñanzas de Jesús, observamos que lo que enseñó realmente Jesús sobre muchas cosas, es muy diferente a lo que tradicionalmente se enseña. No cabe duda de que vale la pena examinar los Evangelios y absorber en el corazón la verdadera enseñanza de Jesús de Nazaret, y aprender de Él verdades que están ocultas en las Escrituras, para que, como Él mismo expresó, "conozcamos la verdad, y la verdad nos haga libres".


(neoatierra.blogspot.pe/2011/11/lo-que-enseno-jesus-sobre-la-justicia)
TIPS PARA EMPRENDEDORES


NOTA.- por favor escoge una foto y a partir del pensamiento apoderate de uno de ellos e imagina que quieres tener, ser,  después de terminar la secundaria. Escribe tus sueños